Una educación para la paz

bandera

Tiempo de callar y tiempo de hablar;

tiempo de amar y tiempo de aborrecer;

tiempo de guerra y tiempo de paz. (Kohelet 3:7-8)

 

 

La guerra nos invita a repensar y replantearnos muchas cosas sobre nuestra existencia, la naturaleza del hombre y los límites de la moralidad. Además, potencializa la incertidumbre del futuro que vendrá. La crisis actual en Medio Oriente ha suscitado múltiples acercamientos, investigaciones y una gran ola de información mediática. Sin embargo, el conflicto no debe quedarse en lo político, geográfico, económico o incluso en lo humanitario, es importante reflexionar sobre los planteamientos educativos que se suscitan de la guerra.

Es muy pronto para hacer investigaciones sobre el impacto de la guerra entre Israel y Hamas en la educación, pero no podemos negar que el conflicto bélico ha intervenido en gran medida en el día a día escolar. El docente se ha convertido en la figura que regula la información mediática a la que los alumnos tienen acceso, el que intenta esclarecer el conflicto a través de fuentes fidedignas, pero también el que contiene emocionalmente a los estudiantes. Sumado a lo anterior, este conflicto invita o debe invitar al cuerpo docente a repensar muchas cuestiones sobre la práctica educativa, entre ellas, ¿cómo contribuye la educación a la construcción de una cultura de paz?

Este mismo planteamiento lo tuvo María Montessori, una de las pedagogas más influyentes del siglo XX, en el periodo entreguerras, sus críticas a las fallas y poca efectividad del modelo educativo de su época, la invitaron a desarrollar su propio método. Uno de los pilares de su pedagogía es la educación para la paz. Cada etapa escolar (o etapa de desarrollo, como lo llama la autora) contribuye de una manera diferente a este objetivo central, pues no podemos olvidar que Montessori y sus ideas son producto de su contexto. En su libro, Educación y paz (1934), esclarece una serie de propuestas pedagógicas que contribuyen a construir una cultura de paz, quizá vale la pena revisarlas en un contexto como el que estamos viviendo ahora y retomar algunas de ellas en la práctica docente.

La primera propuesta radica en el respeto a la individualidad. Para la autora, cada alumno debe ser respetado y valorado por su individualidad, desde sus intereses hasta los ritmos de aprendizaje. A consecuencia de practicar esto, se fomenta un respeto por uno mismo y por los demás. Respetar la individualidad también es valorar la diversidad. Esto se puede hacer de múltiples maneras dentro del aula, empezando por conocer qué estilo de aprendizaje posee cada uno de los estudiantes, así como promover una enseñanza diversificada. Esta educación diversificada debe promover un ejercicio metacognitivo en donde los alumnos sean conscientes de que cada cual aprende de acuerdo con sus necesidades y que debemos de darle valor al trabajo de cada uno.

La siguiente propuesta se centra en el desarrollo de la autodisciplina y autorregulación. Montessori sostenía fielmente que la educación debía enfocarse en que los estudiantes desarrollen dichas habilidades. Creía que, cuando el niño aprendiera a controlar sus impulsos y emociones, podría, a la vez, aprender cómo resolver conflictos de manera pacífica. También abogaba por la enseñanza de habilidades de resolución de conflictos desde una edad temprana. Veía como una necesidad que los alumnos aprendieran a comunicarse de manera efectiva y a resolver sus conflictos a través del diálogo y la búsqueda de soluciones. A largo plazo, esto desembocará en la prevención de la violencia y/o los discursos de odio; pero también en la creación de una sociedad basada en el diálogo y no en el conflicto.

Otra propuesta se centra en la educación basada en valores. Montessori consideraba que la educación no sólo debería centrarse en el conocimiento académico, sino también en la formación de seres humanos, con valores. El respeto, la empatía, la solidaridad, la cooperación son valores fundamentales para desarrollar una cultura de paz y también son parte central del proyecto pedagógico de María Montessori. Para poner un ejemplo concreto, en la etapa de desarrollo de los adolescentes, Montessori propone crear una comunidad solidaria, que se base en la igualdad, inclusión y justicia social. La comunidad de adolescentes Montessori es un microcosmos de la sociedad, en donde los alumnos construyen su identidad, a partir del contacto con el ambiente y el guía o modelo a seguir (hoy diríamos docente). En este microcosmos los valores son fundamentales, pues el alumno, a través de la experiencia, se percata que el hombre es un ser social, que vive en comunidad y, por lo tanto, sus decisiones afectan a los demás. Esto de manera automática genera la práctica de los valores antes mencionados, agregando la responsabilidad por el otro y el ambiente en el que vivimos.

Una última propuesta se basa en la suspensión de la competitividad. Para Montessori el sistema tradicional es uno de los principales culpables de generar una cultura de guerra y no de paz, pues estos estaban basados en la competencia, en lugar de la colaboración. En sus palabras: “Todo el mundo habla de paz, pero nadie educa para la paz. La gente educa para competir y este es el principio de cualquier guerra. Cuando eduquemos para cooperar y ser solidarios unos con otros, ese día estaremos educando para la paz” (Montessori, M., 1934). Para ella, el trabajo colaborativo es fundamental, una sociedad no funciona sin ello, por ello los alumnos deben aprender con la práctica a ser colaboradores.

Montessori fue pionera en hablar sobre la paz desde la pedagogía, sobre la forma en la que la educación moldea la construcción de paz. La paz, como bien lo dijo ella, no es la ausencia de conflicto, la paz “es un concepto positivo de reforma social y moral y constructiva” que se logra al reestructurar de forma profunda los métodos de enseñanza-aprendizaje (Montessori, M., 1934).

Lo dicho anteriormente, pretende invitar a las instituciones educativas a replantear y repensar la práctica docente en el mundo contemporáneo, sobre todo en este momento de guerra. Valdría la pena revisar la forma en la que podemos incluir las propuestas de una autora que escribió y creó un modelo pedagógico para niños que vivieron un periodo de guerra, pero también reflexionar sobre cómo nuestra práctica contribuye a la creación de paz. Hoy más que nunca, no dejemos de preguntarnos: ¿cómo contribuye la educación a la construcción de una cultura de paz?

 

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Fuentes consultadas:

Montessori, M. (1934). Educación para la paz. Altamarea.

 

 

Ivonne es estudiante de la Maestría Melton y maestra en colegio Maguen David de la Ciudad de México.