Por una educación espiritual

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Educar la mente, sin educar el corazón, no es educar en absoluto (Aristóteles)

 

Hablar de espiritualidad siempre es complejo, pues se trata de un término que significa todo y, a la vez, nada. Es aún más complejo reflexionar sobre el papel de la espiritualidad en la educación, pues se trata de un concepto difuso, que requiere explicación y delimitación de acuerdo con cada contexto educativo. Sin embargo, no podemos negar la gran responsabilidad que tiene la escuela de educar, pero sobre todo guiar, el espíritu de cada uno de los estudiantes. A continuación, intentaré describir brevemente qué es la educación espiritual y cuáles son los pilares que la componen.

Para comenzar, se puede decir que la educación espiritual es un enfoque pedagógico que busca fomentar el desarrollo interior de cada uno de los estudiantes, brindándoles las herramientas para conectar con su propio ser, con los demás y con el mundo que los rodea. Este tipo de educación va más allá del conocimiento académico o las habilidades técnicas, se trata de una educación trascendental.

A mí parecer, son cuatro los pilares que debemos considerar a la hora de hablar de educación espiritual: 

  1. El autoconocimiento. El alumno debe experimentar la posibilidad de fomentar una reflexión sobre su propio ser. El alumno debe contestar, en diferentes momentos de su paso por la escuela, la pregunta ¿quién soy? Se trata de reconocerse como personas en su versión más holística.  
  2. La relación con el prójimo y con el entorno. Aquí vale la pena recuperar los siguientes cuestionamientos: ¿cuál es mi responsabilidad frente a lo que me rodea? ¿De qué forma me relaciono con el prójimo y con mi entorno?
  3. Una educación centrada en valores.
  4. El sentido de la vida. Este aspecto va acompañado de dos preguntas centrales: ¿por qué estoy aquí? ¿Para qué estoy aquí? Explorar estas preguntas existenciales debe ser parte de una educación espiritual.

Estos cuatro pilares que considero fundamentales, los podemos rastrear en el pensamiento de muchos filósofos judíos, sin embargo, me gustaría rescatar a tres: Martin Buber, Emanuel Levinas y Abraham Joshua Heschel. Aquí encontramos una relación entre la educación espiritual y la educación judía. Toda educación judía debe aspirar a ser una educación espiritual e integrar los cuatro pilares mencionados. La educación judía no debe centrarse únicamente en la enseñanza de la historia o de las fuentes del judaísmo, sino debe aspirar a ser una educación viva, en movimiento, que nutra día con día el espíritu de los estudiantes, pero también de los docentes y personal directivo. La enseñanza de la historia, los textos, las fuentes deben ser un vehículo para educar el espíritu (el medio para llegar al fin).

A continuación, una breve descripción sobre cada pilar y su relación con el pensamiento de los filósofos antes mencionados.

En primer lugar, Emmanuel Levinas, filósofo francés de origen judío, nos permite abordar dos de los cuatro pilares: el autoconocimiento y la relación con el prójimo. Levinas aborda el autoconocimiento desde una perspectiva distinta a la de muchos pensadores occidentales. Él sostiene que el autoconocimiento no se encuentra en el interior, sino en la relación con el otro. Es decir, a través del conocimiento del otro, se presenta el autoconocimiento.

La relación con el otro siempre es una relación ética, en donde la responsabilidad es la pieza clave. El yo sólo puede conocerse a sí mismo a través de la responsabilidad hacia el otro. Es en el rostro del otro, que demanda una respuesta ética, donde el yo se enfrenta a su propia humanidad.

En esta cuestión de la relación con el prójimo, se encuentra el pensamiento de Martin Buber, en especial, lo que él llama la relación yo-tú. La relación yo-tú, se da en un contexto en donde el yo y el otro se ven a sí mismos como sujetos. En donde no hay un propósito o un objetivo específico para la relación, simplemente se da en un espacio auténtico. Este tipo de relaciones fomentan el diálogo, en donde ambas partes se transforman. El verdadero yo se libera del ego al momento en el que se da una relación yo-tú.

La relación yo-tú se presenta a través del diálogo, en donde se da una escucha activa, pero sobre todo una escucha empática. Esta relación dialógica permite que el alumno desarrolle múltiples habilidades, entre ellas la empatía, la solidaridad, la responsabilidad con el prójimo, para que al final del camino se convierta en un ciudadano del mundo (y con esto nos referimos a un ciudadano que se preocupa por el entorno en donde vive y por los miembros que lo componen).

La escuela debe proporcionar espacios para que los estudiantes puedan reconocerse a sí mismos, mediante la relación con el prójimo. Según Levinas, el autoconocimiento y la relación con el otro van de la mano y es la relación con el otro lo que nos revela y nos da acceso a nuestro verdadero ser. Por su parte, Buber afirma que la relación con el prójimo debe ser dialógica, en donde cada cual experimenta una transformación.

Ahora bien, Abraham Joshua Heschel, un influyente teólogo judío del siglo XX defendió una idea particular sobre la educación espiritual, sin embargo, para efectos prácticos del presente texto sólo se recuperará la cuestión de los valores.

Heschel entendió y promulgó la importancia de regresar al estudio bíblico de los profetas, con la finalidad de rescatar los valores y el tipo de sociedad que ellos profesaban. De acuerdo con Heschel, las problemáticas que tratan los profetas son muy actuales y se pretende crear una sociedad más justa y enfocada en valores. Un ejemplo, es la siguiente cita del profeta Amós: “Así ha dicho Dios: Por tres pecados de Israel, y por el cuarto, no revocaré su castigo; porque vendieron por dinero al justo, y al pobre por un par de zapatos”. (Amós 1: 6). Aquí vemos cómo el profeta critica la explotación al pobre, situación que sigue sucediendo hoy en día. Es importante regresar a la lectura de estos textos, para recuperar las valiosas enseñanzas, con respecto a los valores, de los profetas de Israel.

Sumado a lo anterior, Heschel también defendió y practicó en carne propia valores como la empatía y la solidaridad. El activismo social es central en el pensamiento del autor. Alzar la voz, enfrentarse a las injusticias, ser un agente social que empatice con el dolor del otro. El mismo Heschel marchó en favor de los derechos de los afroamericanos con Marthin Luther King. 

La escuela debe ser un espacio de aprendizaje y cultivo de valores, pero también un espacio para identificar y actuar en favor de las injusticias sociales.

Ahora bien, falta un pilar de abordaje: la búsqueda de un sentido de vida. El autoconocimiento, la relación con el prójimo y una educación basada en valores, es lo que permitirá a cada estudiante encontrar cuál es el sentido que cada uno le quiere dar a su vida.

Hoy en día, no basta una educación centrada en contenidos y desarrollo de habilidades, hoy más que nunca debemos considerar educar el espíritu de cada uno de nuestros estudiantes. Hoy más que nunca el autoconocimiento, la búsqueda de un sentido a la vida, el reconocimiento del prójimo y los valores, deben ser los pilares de la escuela (como institución). Y sí, esto nos invita a repensar la forma en la que la educación es uno de los retos más profundos que tenemos como sociedad en este siglo XXI. No basta con educar la mente, hay que educar el espíritu.

 

 

Ivonne es estudiante de la Maestría en Educación del Centro Melton, y trabaja como docente en el Colegio Olami ORT de México.

 

 

Bibliografía

Buber, M. (1982). Yo y tú. Ediciones Nueva Visión.

Heschel, A. (1973). Los profetas: I El hombre y su vocación. Paidós.

Levinas, E. (1991). Ética e infinito. A. Machado Libros S.A.