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Cuando era chica, me gustaba mucho ver una película que se llama Mini Espías. En especial, una escena en la que deben refugiarse en una casa secreta y mientras la están explorando, toman un paquetito, parecido a donde viene el maíz para hacer pochoclo (palomitas), leen las instrucciones y lo introducen en un microondas. Ese paquetito a los segundos se transformaba en un plato con una hamburguesa con papas fritas. Recuerdo que no pensaba que era magia, sino tecnología muy avanzada, increíble y de un futuro inalcanzable. Pero, al parecer, ese futuro llegó. No sé si con las características exactas que muestra la película (o sí, y aún no nos enteramos), pero si con la sensación de que la comida puede crearse y “aparecer de la nada”.
Por otro lado, recuerdo que mis padres siempre me decían que era muy importante que yo sepa, por ejemplo, que los huevos no salen de la heladera, sino que existe todo un proceso previo y que hay animales en el mundo que nos dan esos alimentos. Supongo que nunca se hubiesen imaginado que llegaría el día en que tendríamos en nuestras heladeras alimentos que no salieron de animales, pero que así lo parecen. A mí tampoco se me hubiese ocurrido.
Hace algunos años se vienen desarrollando grandes avances en la industria de la alimentación, produciendo, lo que podría decirse, una revolución. ¿Por qué? Porque se han inventado y desarrollado máquinas que producen alimentos que no implican el uso de recursos naturales ni animales, pero que cumplen con las características vitamínicas y proteicas que los mismos tienen.
No es novedad que el sistema alimentario hoy se ha vuelto un desafío en todo el mundo: “El crecimiento de la población y los cambios en los hábitos alimenticios de los países tensionan la capacidad de producción de alimentos. A pesar de los esfuerzos y avances en optimización, estamos presionando los recursos hasta sus límites en un camino que entronca con desafíos globales como el cambio climático, la biodiversidad y la salud del planeta, de sus suelos y de las personas que lo habitan.”[1]
Mientras esto está ocurriendo, las tecnologías digitales, físicas y biológicas avanzan a niveles nunca vistos. Quienes dedican su vida a investigar la respuesta tecnológica a desafíos que se presentan en el mundo, no han podido ignorar esta situación y en diversas partes del mundo, hace algunos años, se comenzó a desarrollar fuertemente lo que hoy se llama FoodTech (la fusión de las palabras alimento y tecnología en inglés). A través de las empresas y proyectos involucrados se busca convertir a la industria agroalimentaria en una más moderna, sostenible y eficiente en todas sus etapas. Puede incluir desde los ingredientes, los procesamientos, la comida en sí, como también el envasado y su distribución. ¿Cómo lo hacen? Con robótica, impresión 3D e inteligencia artificial, entre otros.
¿Sabías que Israel es considerado un país de alto consumo de carnes? A principios del año 2022, el Ministerio de Agricultura de Israel[2] informó que en el año 2021 el consumo per cápita había aumentado un 65% en los últimos 6 años, alcanzando los 19.6 kg por año. ¿Es mucho eso? Pues, al parecer, esto lo ubica como uno de los principales países en el consumo de carne. Argentina, por ejemplo, consume 36.9kg, y Estados Unidos 26.1kg. Si bien Israel no alcanza estos números, es considerado un gran consumidor. Es por esto también que en la Start Up Nation, estos avances no se han quedado atrás. Por el contrario, Israel hoy está posicionado como líder global en la revolución del FoodTech. Ya para el año 2018 las autoridades de Innovación Israelí habían decidido que el norte, la Galilea, sea la cuna de los desarrollos relacionados a la industria del FoodTech. Allí es donde se ubican hoy en día la mayoría de las empresas dedicadas al rubro. Este gran posicionamiento en el área, se refleja en el evento anual y mundial de Food Tech que se realiza todos los años; el pasado noviembre del 2022, la ciudad de Tel Aviv fue sede.
En una entrevista a Arel Margarit, considerado uno de los arquitectos de la Start Up Nation, le preguntaron por alguna innovación que pueda generar impacto a nivel global y respondió:
“La industria de la carne mundial actual es un peligro para el medio ambiente en el que vivimos. Los terribles incendios en el Amazonas, por ejemplo, fueron el resultado directo de esta industria. Desafortunadamente, los ganaderos brasileños se enfrentan a la falta de tierras de pastoreo, por lo que han comenzado a encender grandes áreas de bosque para crear territorios abiertos; destruyendo así los “pulmones” del mundo. La forma de lidiar con este peligro es generar nuevas estrategias de crianza y desarrollar “carne cultivada”, carne hecha en laboratorio, que se produce por cultivo in vitro de células animales, en lugar de animales sacrificados”.[3]
Le preguntaron también por el valor del FoodTech, qué es lo que lo diferencia del resto de las start ups y respondió que realmente el impacto es de escala global, a nivel humano y para todo el planeta. Impacta la manera en la que consumimos la comida.
Israel se caracteriza por ser emprendedor e innovador, y el FoodTech nos sirve de ejemplo. Esto se traduce en todas las áreas del país, especialmente en los sistemas de enseñanza. Si bien el caso presentado en este artículo no está vinculado en un 100% con la educación, se trata de una innovación de impacto ambiental y social. Es este el espíritu que se busca transmitir y enseñar en la Maestria Melton, dentro de la Universidad Hebrea de Jerusalén, cuna de diversos proyectos innovadores que tienen su impacto a nivel mundial.
[1] Romanos, B. (2022). Foodtech. La gran revolución de la industria alimentaria. LID Editorial.
[2] https://www.gov.il/en/departments/news/ministry_of_agriculture_in_analyzing_the_beef_market_in_israel#:~:text=The%20analysis%20indicates%20that%2C%20in,average%20per%20capita%20in%20Israel.
[3] https://www.jvpvc.com/in-the-press/foodtech-category-next-big-thing-israeli-hi-tech/
Fuente foto: itrade.gov.il