El sevivon y la continuidad del estudio

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Cuando se recuerda la historia de Januca, suelen destacarse personajes como el rey Antíoco IV, los macabeos, Yehuda Macabi. Aparecen conceptos como lucha, valentía y milagro. Como en todas las festividades dentro del judaísmo, nos encontramos también con una simbología que cumple la función de recordarnos la historia, invitarnos a reflexionar o hacer que nos involucremos de alguna manera con los valores que transmite la festividad..

En esta línea, el símbolo principal que encontramos en Januca es la janukiá: el candelabro de ocho velas que nos recuerda que una vez que se recuperó el Segundo Templo, luego de haber sido tomado por el régimen sirio-griego, el aceite que debía durar un solo día para mantener encendida la menorá, duró ocho días.

Aparece otro símbolo en esta festividad que es el sevivon, también conocido como dreidel. Es una perinola que en cada una de sus caras tiene una letra en ivrit: nun, guimel, hei y shin, representando la frase Nes Gadol Haiá Sham”, que significa “un gran milagro sucedió allí”. Hoy en día en Israel se encuentran sevivonim que en vez de la letra shin, tienen la letra pei, reemplazando “sham” por la palabra “po”, qué significa “aquí”, haciendo alusión a que el milagro sucedió en ese mismo lugar.

¿Cuál es la relación de una perinola con la festividad de Januca? La historia cuenta que durante el reinado de Antíoco IV, los judíos tenían prohibido el estudio de la Torá, ya que uno de objetivos del régimen era lograr la asimilación a la cultura griega. Es así que durante esta época, las familias judías decidieron mantener, clandestinamente, las escuelas de estudio de Torá, para que los niños pudieran seguir aprendiendo. En esos tiempos, el método de estudio era a través de la transmisión oral. Dado que el castigo para quien estudiaba Torá o realizaba cualquier práctica relacionada al judaísmo era la muerte, los padres les indicaron a los niños que si se acercaba un soldado griego mientras estaban teniendo conversaciones relacionadas al estudio, debían frenarlas, sacar de sus bolsillos su sevivon y algunas monedas, y simular que estaban jugando. El juego, que hoy en día se  mantiene pero con golosinas (por ejemplo, monedas de chocolate), consistía en girar la perinola y dependiendo dónde caía, se debía cumplir con una consigna determinada. Hoy se acostumbra a, dependiendo la letra en la que caiga el sevivon,  realizar alguna acción .

Desde este enfoque, nos encontramos con un contexto de persecución y censura en el cual se destaca el valor del estudio: mientras unos son los que luchan, otros son los que estudian. Ambos en igual nivel de importancia. No es novedad que para la cultura judía la transmisión de las fuentes, valores e historias de nuestro pueblo tengan un lugar de gran importancia. Ya en la antiguedad, tiempo donde una minoría de la población era la que tenía el conocimiento sobre lectoescritura, el pueblo judío era conocido y reconocido por su alto nivel de alfabetización. ¿Cuál es el origen de esto? Si vamos a las fuentes, encontramos lo siguiente:

Y llevarás dentro del corazón estos mandatos que hoy te doy. Los inculcarás a tus hijos y hablarás de ellos cuando estés en tu casa, cuando viajes, cuando te acuestes y cuando te levantes.” (Devarim 6:5-9) [1]

De aquí se desprende la mitzvá número 419, que es el estudio de la Torá. Los judíos entendieron hace muchísimos años que la transmisión de la historia,  costumbres y valores son lo que asegura la continuidad del pueblo, pese al contexto que se esté viviendo.

Es así que tomando el sevivon como punto central de análisis, no es casual que sean los niños los protagonistas y responsables de sostener esta mitzvá en esta historia.

Un punto interesante es cómo el estudio fue obstaculizado en distintos momentos de la historia, en contextos de persecución y censura, y cómo se reconocen iniciativas y acciones para sostenerlo a pesar de las circunstancias. Si analizamos diversas fechas del calendario hebreo, aparecerán situaciones similares en las que los esfuerzos por mantener viva esta práctica son recordados y mencionados en su relato. Por ejemplo, cuando recordamos la historia de Lag Baomer, nos encontramos con un contexto en donde también estaba prohibido el estudio de la Torá por orden de los romanos. Dadas las circunstancias, los niños simulaban ir a cazar con arcos y flechas, cuando en realidad estaban yendo a esconderse para estudiar. Nuevamente el valor que se le daba al estudio era tan fuerte que se encontraba la manera de sostenerlo.

 

Hoy en día, y desde hace ya muchísimos años, una de las maneras para cumplir con la mitzvá de la transmisión se manifiesta en la simbología mencionada al principio, orientada en parte a los niños, quienes son convocados de alguna manera a ser parte de la festividad. Ya sea jugando, preguntando, cantando o comiendo, cada festividad de nuestro calendario invita a que los niños aprendan sobre la historia, costumbres, valores, leyes de nuestro pueblo, entendiendo que son ellos quienes representan la continuidad. Y en estas fechas en particular, Januca nos recuerda, a través del sevivon, el importante rol que cumplen los niños en nuestra sociedad y lo prioritaria que debe ser su educación.

 

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[1] Cita extraída del Shema Israel, uno de los rezos centrales de la tradición judía