
“Es sólo una relación entre dos personas, una da y la otra recibe”, dijo Shel Silverstein, autor de uno de los cuentos para niños más exitosos de la historia, cuando lo entrevistaron sobre su reciente éxito. En The Giving Tree, un niño ama a un árbol, el árbol es feliz y quiere satisfacer los deseos del niño. Con el paso de los años, el niño crece, sigue pidiendo distintas cosas y el árbol continúa dándole todo lo que quiere. Hacia el final, casi no queda nada del árbol, pero sigue siendo feliz con el niño sentado sobre su tronco.
Lo que parece una historia simple, sencilla, le trajo a su autor varios cuestionamientos desde el comienzo. Silverstein ya era famoso por sus cuentos para adultos, pero cuando les llevó el manuscrito a distintos editores, estos no comprendían si era para niños o para adultos y se negaban a comprarla. Finalmente, se publicó en 1964 y se convirtió en un éxito, a pesar de las múltiples críticas que provocó. Fue traducido a más de 30 idiomas y homenajeado en una estampilla de correo en Estados Unidos el año pasado.
A poco de su publicación, la interpretación moral-religiosa del cuento fue la que ganó más popularidad. Se decía que el cuento hablaba de los valores universales: la generosidad, la dedicación, el amor incondicional, el altruismo. Por eso, fue incorporado a las currículas de las escuelas. Incluso en Israel, The Giving Tree fue traducido al hebreo y usado para realzar los valores del sionismo y la devoción por la Tierra de Israel. Más tarde, se lo relacionó con la etapa actual del capitalismo, con el estado de bienestar, con la extracción abusiva de recursos naturales, y hasta con las relaciones desiguales entre varones y mujeres (el árbol es ella, en la versión original). Pero el escritor, en una entrevista en 1975, sugirió que lo poderoso del cuento es que presenta una sola idea clara. Y en otra de 1978 admitió que buscaba evitar los finales felices y las soluciones mágicas en sus cuentos, porque “la fantasía debe presentarse como fantasía, no como una posibilidad de vida” para evitar frustraciones en el niño.
Los vínculos que nos marcan
“Si crees que el cuento describe las relaciones de amor de un padre o madre por un hijo, diría que necesitas más aptitudes para ser padre o madre”, aconseja la escritora Anna Holmes. En 1998, cuatro investigadoras de Suecia y de Japón que estudiaron las interpretaciones de madres de esos países acerca de The Giving Tree, concluyeron que las japonesas, con roles tradicionales de género más marcados, eran proclives a relacionarlo con el vínculo entre madres e hijos; mientras que las suecas, las cuales compartían las tareas de cuidado más frecuentemente con sus parejas, lo asociaban con la amistad.
Es claro que el cuento de Silverstein es un reflejo de ciertos vínculos en los que no necesariamente existe reciprocidad, porque allí el intercambio no se da en términos de igualdad o equidad, sino que uno da –el árbol– y el otro recibe –el niño–. Y sus lecturas variadas también nos hacen pensar sobre la docencia, particularmente acerca del vínculo que quienes educan construyen con sus estudiantes. ¿Se puede dar sin limitaciones? ¿Cuánto dan los docentes en su tarea? ¿Existe una manera de dar incondicionalmente sin desgastarse? ¿Es posible dar algo más aún cuando, como dice el árbol al final, ya no nos queda casi nada?
En una publicación acerca de “el burnout de la generosidad” el escritor y best-seller Adam Grant, y el investigador de la Escuela Wharton School de la Universidad de Pennsylvania Reb Rebele, revisionan The Giving Tree y afirman que cuando los maestros dedican sus noches y fines de semana a ayudar a los estudiantes individualmente, estos obtienen resultados significativamente peores en las pruebas estandarizadas, además de comprobar que los estudiantes desinteresados (los que están tan ocupados resolviendo los problemas de sus amigos que se saltan sus clases y no estudian para sus exámenes), suelen obtener calificaciones más bajas. “La generosidad no es sobre dar a aquellos que sólo toman, sino acerca de dar para alentar a otros a hacerlo también”, agregan los expertos. Además, sostienen que ni el árbol ni el niño son buenos ejemplos porque es un cuento pensado para otra época. “En los tiempos de la gratificación inmediata y las selfies con filtro, necesitamos mejores modelos de generosidad”, afirman. De esa forma, proponen que a partir del cuento se inicien conversaciones sobre vínculos y comportamientos sanos.
Desde el Centro Melton trabajamos continuamente con textos que han atravesado generaciones, con sus distintas interpretaciones y los contextos en los que cobran sentido. En La literatura hebrea moderna - un enfoque educativo desde el espacio Israel, el curso de la Dra. Dafna Hornike, en Currículo y enseñanza de textos judíos, con la Dra. Aliza Moreno-Goldschmidt, y en Visiones en la Educación Judía, con el Dr. Eduardo Torres, creamos espacios de debate sobre cuentos clásicos y populares como este. Además, en Prácticas digitales en contextos multiculturales con el Dr. Marcelo I. Dorfsman, tenemos la oportunidad de repensar los desafíos que enfrenta la educación en la era del conocimiento. A través de las reflexiones colectivas con sus pares, nuestros estudiantes incorporan herramientas para ser protagonistas en sembrar esos valores que construyen la cultura y la identidad de las nuevas generaciones.
Fuentes:
https://blog.nli.org.il/en/shel_giving_tree/
https://www.nytimes.com/1978/04/30/archives/the-third-mr-silverstein.html
https://journals.sagepub.com/doi/10.1177/0907568298005004008
https://shelsilverstein.tripod.com/ShelPW.html
https://www.nytimes.com/2020/04/15/parenting/we-need-to-talk-about-the-giving-tree.html#:~:text=Although%20the%20tree%20seems%20to,Phyllis%20Fogelman%2C%20felt%20that%20way.
https://www.nytimes.com/2014/10/05/books/review/the-giving-tree-tender-story-of-unconditional-love-or-disturbing-tale-of-selfishness.html