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De la Gola a Israel: Un encuentro de solidaridad en tiempos oscuros | Maestría internacional en Educación

De la Gola a Israel: Un encuentro de solidaridad en tiempos oscuros

mar1

Hay un antes y un después en la vida de todo judío, dentro y fuera de Israel a partir de los terribles acontecimientos del 7 de octubre. Desde que supe sobre la masacre, mis pensamientos giraban en torno a cómo ayudar: no era suficiente rezar o donar dinero; hacer pláticas en el Colegio u organizar cualquier otro evento. Cada mañana me despertaba con la misma inquietud: “no podría volver a Israel a festejar sin antes acudir en estos, los momentos más turbios en la historia moderna del país”. Necesitaba hacer algo práctico; pensaba en las personas del kibutz, las familias rotas, los niños muertos, las mamás sin hijos, los hijos sin padres, el terror de los secuestrados. Por supuesto, meditaba en nuestros héroes, los jaialim, y en toda la población israelí que sin duda los atraviesa el mismo dolor. Lejos de tener miedo, estaba convencida de que lo correcto era acudir, no podía seguir viendo y escuchando noticias sin presenciar lo que todos nuestros hermanos estaban viviendo.

 

En busca de alguna forma de estar en Israel llegó la oportunidad de formar parte de un grupo internacional de voluntarios. No tardé ni un minuto en inscribirme al programa Restart Israel, organizado por La Casa Argentina.

mar2

La misión era llevar un poco de luz dentro de tanta oscuridad durante la semana de Janucá: llegué el martes 5 de diciembre, me encontré con un aeropuerto totalmente vacío. Desde ese momento sentí un hueco en el estómago que me avisaba la realidad que comenzaría a vivir. Sin duda, también estaba agradecida de volver a nuestra Tierra. Eran las 10 de la noche cuando llegué a Raanana, donde me recibió una cálida familia mexicana, conmovida por la situación. Platicamos un poco de cómo cambiaron sus vidas a partir de ese sábado negro.

 

Caminando por las calles todo parecía normal, pero se respiraba una enorme tristeza y sin poderme explicar de qué forma, se percibía un Israel unido, con esperanza: la gente se sorprendía mucho cuando les decía que venía de México en grupo de voluntarios. Los israelíes me decían “gracias” cuando los agradecidos debemos ser nosotros porque son ellos quienes viven y cuidan esa tierra; porque de alguna manera su resistencia nos protege también a los judÍos de la diáspora.

 

El punto de encuentro todas las mañanas era en Yad Levanim, en la calle Ajuza de Raanana. Lo más significativo fue encontrarme con un grupo diverso compuesto por judíos de Nueva York, Londres, Miami, Argentina, Chile, Brasil, Uruguay, México, de diferentes edades: señores y señoras de más de 60 años, mujeres y hombres solos o con pareja, padres con hijos, jóvenes de 20 y 22 años… Se sentía el dolor que nos unía a más de 80 judíos de la golá diciéndoles a nuestros hermanos “Hineni –aquí estamos– sufriendo con ustedes y dispuestos a ayudarlos en lo que se pueda.”

 

Por las mañanas, teníamos la oportunidad de ayudar en la labor de agricultura: mi primer día de voluntariado fue para recolectar mandarinas. Me resultó realmente impresionante llegar al lugar y ver la cantidad de árboles llenos de frutas sin ningún trabajador para recolectarlas. El campo se sentía abandonado, pero nos dieron indicaciones, y la energía del grupo se fue para arriba, estuvimos cerca de tres horas recolectando en equipo, cantando y agradeciendo la oportunidad. El contacto con la tierra, los olores y la lluvia, me hizo reconocer y conectarme con los primeros judíos que llegaron a Israel para trabajar la tierra. Logré transportarme a la época en la que trabajar la tierra era lo más importante.

mar3

She asá nisim laavoteinu, baiamim hahem bazman haze.

 

Era la primera noche de Janucá, estábamos por llegar a Beit Hakibutz en Tel Aviv. No podía dejar de pensar en la Guerra de Janucá, que todos los años recordamos: muchos contra pocos, el milagro del aceite, la rebelión de los macabim. Se me hizo un nudo en la garganta. Luego, el hijo de Lior Rudaef, de 61 años, quien fue secuestrado el 7 de octubre en el kibutz Nir Yitzhak, compartió su testimonio. Fue fuerte escuchar la angustia de un hijo que no sabe nada de su padre, salir del auditorio y encontrarnos con más de 30 familiares de secuestrados, ponerles rostros a todas esas personas con las que compartimos el dolor y la incertidumbre. Juntos encendimos la primera vela llenos de esperanza por ver el milagro de Janucá.

 

mar4

Fueron ocho días muy especiales, difícil expresar lo vivido en las bases, en las calles y en cada una de las actividades. Cada historia contada es una película de terror. Aún tengo frescas las experiencias en las bases militares, preparando parrilladas a los jaialim, desde jóvenes de 18 y 19 años, a reservistas quienes tienen más de 60 días sin ver a su familia, a quienes les preparamos una mesa larga con sillas; éramos nosotros los que les atendimos. Recuerdo los intercambios de agradecimientos: ellos por la cena y nosotros por estar allí con ellos, por toda la labor que hacen, por defender esa Tierra que es de todo judío. Sus sonrisas y miradas llenas de optimismo por defender la tierra judía los hacen héroes de carne y hueso.

Si antes admiraba y quería la Tierra de Israel, hoy no hay palabras para describir este sentimiento. No me queda más que agradecimiento hacia todas las personas que hicieron posible esta labor social en la que algunos judíos del mundo pudimos participar, pudimos dar un poquito en esta guerra que es de todos, pero que no la vivimos de la misma forma. Cada uno en su lugar luchando por nuestra identidad y nuestro lugar, pero siempre juntos.

Gracias por permitirnos dar un poquito y recibir tanto.

 

mar5

Margot Zonana

Directora Área Judaica Escuela Monte Sinaí, México.

Estudiante Maestría Internacional