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“Yo odio el Tanaj y tener que estudiarlo”. | Maestría internacional en Educación

“Yo odio el Tanaj y tener que estudiarlo”.

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“Yo odio el Tanaj. Es más... odio la materia y tener que estudiarlo”. Así de precisa, clara y dura fue la afirmación de Lara - una alumna que tuve hace 5 años - en la primera clase de la materia de Fuentes y tradiciones del judaísmo, en su primer día de la secundaria. Fuerte, sin dudar y cargando años de no entender el sentido de esa asignatura en particular. El comentario de Lara era quizás el pensamiento de muchos y muchas estudiantes que pasan por nuestras instituciones sin terminar de darle un significado relevante a las materias que enseñamos dentro del área judaica. Lara con su crítica que considero súper constructiva – aunque ella no lo sepa -, a su vez, me hizo repensarme como educadora.  Y en esa búsqueda, y en esa reflexión, después de haber pasado por cursos, capacitaciones docentes, universitarias y demás, hace no mucho tiempo, me encontré con esta Maestría en estudios Judaicos. ¿Qué mejor respuesta a la abulia, a la falta de ganas, a la construcción de nuevas formas y paradigmas que seguir estudiando y formándose en un área que lejos de ser algo obsoleto o con olor a naftalina, es actual, potente y vigente? ¿Qué mejor manera de deconstruir y construir nuevas formas de pensar el judaísmo que cursando esta Maestría?

Es así como en enero me sumergí en el cuatrimestre de verano. Una maestría que hasta el momento me confirmó y reafirmó que, al estilo Freire, tenemos que pensar en una educación que nos transforme. Una transformación que implica entrar de una forma a cada uno de los encuentros y clases, y salir de otra completamente diferente. Cada espacio es transformador, porque nos invita a reflexionar sobre textos que quizás conocemos, pero los abordamos con una mirada distinta… Es volver a leer a Ajad Haam y dar cuenta que en nuestra práctica intentamos hacer lo que él propuso hace tanto tiempo:  hacer significativos los textos históricos de nuestra tradición, en nuestros días. Es también leer a Levinas y dar cuenta que cuando enseñamos en nuestras clases sobre el ser éticos y responsables, nos acercamos a sus postulados, incluso sin saberlo. Y es leer a pensadoras como Tamar Ross y Judith Plaskow quienes nos invitan a pensar el feminismo dentro del judaísmo, debate tan necesario como actual.

La maestría no sólo es transformadora por los contenidos, sino por los intercambios que se generan. Cursarla implica experimentar en cada foro, en cada clase y en cada trabajo lo que los textos nos dicen sobre el concepto de multiculturalidad. Es entender que en un mismo momento y lugar nos encontramos con distintas historias, culturas y formas y ese intercambio nos enriquece y nos hace repensar nuestras propias prácticas. Y es en ese debate en donde, a pesar de las diferencias, nos vemos atravesados por las mismas problemáticas relacionadas al judaísmo, al pluralismo, al género, a la pandemia y a las formas de encarar el desafío de enseñar con nuevas tecnologías, entre otras cosas.  Es ahí donde conseguimos hacer de lo personal, algo común, intentando conseguir respuestas a mismas problemáticas, pero desde nuestra particularidad social.

Y en esta transformación, los docentes de las materias tienen un lugar central. Con sus clases, formas, contenidos, textos, interrogantes y preguntas, nos hacen saber que no vamos a salir de cada encuentro de la misma forma en la que entramos. Sus comentarios en foros, en devoluciones de trabajos, en idas y vueltas de mails e incluso de llamadas, nos demuestran su compromiso con la docencia, con la maestría y con cada uno y una de nosotras. Escuchar, leer, responder, sugerir… Formas de estar presentes en un HINENI constante, comprometido y real.

Hoy le agradezco a aquella alumna que me interpeló a buscar nuevas formas y horizontes. Con esa afirmación tajante que decía que odiaba el Tanaj me impulsó a encontrar nuevos espacios de crecimiento, formación e intercambio. Y este espacio, que hoy comienza nuevamente es de disfrute, de saber, de leer, de conocer, de dar cuenta de lo que somos capaces de hacer y de mostrar un fuerte compromiso con la educación judía y su continuidad. Que hoy estemos acá es una muestra de que lo que hacemos tiene sentido, es vigente y tiene mucho para seguir enseñándonos.  Que esos textos de nuestra tradición que forjaron nuestra identidad no están llenos de polvo, sino que nos hablan e invitan a reflexionar sobre nuestra propia realidad. Y, por sobre todas las cosas sepan quienes hoy se suman que no somos los mismos ni vamos a ser iguales cuando la terminemos.  Y en esta transformación, somos.

 

 

BIO: 

Tamara Kullock – Estudiante de la Maestría. Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina. Licenciada en Ciencias Antropológicas en la Universidad de Buenos Aires, Facultad Filosofía y Letras. Egresada del Instituto Abarbanel, del Seminario Rabínico Latinoamericano, y del Majón Greemberg - Instituto de formación de docentes para la diáspora. Trabaja como docente del nivel secundario y se especializa en el estudio de las fuentes y tradiciones del judaísmo.