“Nadie es pobre excepto aquel que carece de conocimientos. Una persona que tiene conocimientos, tiene todo. Una persona que no lo tiene, ¿qué es? Una vez que una persona posee conocimientos, ¿de qué carece? Y si una persona no adquiere conocimientos, ¿qué posee?”

Nedarim 41a.
Talmud Babilonia

A simple vista parece que el título del presente artículo plantea un cuestionamiento sencillo, sin embargo, de él se desprenden diferentes reflexiones y acercamientos, mismas que serán abordadas a continuación.

Vale la pena comenzar con la definición o esclarecimiento de los objetivos de la Educación Judía. Para ello, es interesante rescatar lo que Israel Scheffler, doctor en Letras Hebreas, expresó al respecto en el Jewish Theological Seminary: “Sirven para iniciar al niño judío en la cultura, historia y herencia espiritual del pueblo judío, ayudar al niño a conocer y enfrentar la verdad sobre la historia judía, la identidad y la existencia para intensificar su dignidad como judío y para permitirle aceptar y ser creativo dentro de la dimensión judía de su vida”.

Esta cita nos invita a reflexionar cómo es que la Educación Judía trasciende las aulas. La educación judía va más allá de impartir conocimientos, es una educación para la vida. En otras palabras, se trata de una educación que pretende encaminar al alumno y al maestro en un viaje donde se abrace la herencia cultural, espiritual e histórica del pueblo judío, pero también donde se ejemplifique y practique cómo vivir una vida basada en los valores milenarios del judaísmo. El fin último de la Educación Judía es dignificar al judaísmo a tal punto que el alumno logre identificar cómo es la vida judía que quiere tener. Sin duda, un gran reto para todos los docentes que nos dedicamos a esto.

Lo anterior, se complejiza en el mundo contemporáneo, pues vivimos en el mundo de las identidades o posibilidades, como bien lo apunta Bauman. La Educación Judía hoy debe aspirar a la pluralidad, debe mostrarle a los alumnos las diferentes perspectivas y formas de identificación sobre el judaísmo con la intención de que cada uno se vincule desde el lugar en donde más satisfecho se sienta.

Ahora bien, pasando al plano práctico y de la acción, la Educación Judía se visualiza en la escuela de múltiples maneras: desde las asignaturas obligatorias, así como las diferentes actividades de educación no formal o la currícula oculta de las diferentes instituciones educativas.

Las asignaturas obligatorias varían de acuerdo a la misión y visión de cada colegio, pero van desde la enseñanza del Tanaj, el hebreo, el Talmud, las festividades y el ciclo de vida, pasando por la historia judía de forma lineal o conceptual. Habrá colegios que incluyan dentro de su currícula Pensamiento o la Filosofía Judía; pero también habrá quienes incluyan Liturgia como asignatura obligatoria. La diversidad en el plano de asignaturas es enorme y depende del lugar y el contexto de cada escuela. Estas asignaturas deben estar afiliadas a lo que se comentó anteriormente sobre los objetivos de la educación judía, pero también a la misión, visión y filosofía del colegio. A su vez, éstas deben promover el desarrollo de habilidades, pero el gran cuestionamiento aquí es: ¿qué tipo de habilidades deben de desarrollar las asignaturas de educación judía?

Los docentes de educación judía tienen una labor muy grande, pues las habilidades que deben fomentar no están bien definidas, pues “Educación Judía” engloba diferentes tipos de habilidades debido a la variedad de asignaturas. Es un hecho que la educación judía no se limita a desarrollar habilidades particulares, más bien aborda el desarrollo holístico de cada uno de los estudiantes.

Por ejemplo, al enseñar Tanaj a través de la lectura de los textos sagrados, no sólo se espera que los estudiantes practiquen habilidades de lectura y análisis de textos, sino que también desarrollen el pensamiento crítico y reflexivo que les permita relacionar un texto sagrado con su vida diaria, pero también con otros episodios de la historia judía. A este punto, vale la pena rescatar que la esencia de la educación judía reside en la conexión con la tradición, o sea, en la conexión entre el presente y el pasado. Al explorar los textos sagrados, no sólo se aprende sobre la historia del pueblo judío, sino que se identifican y abrazan diferentes valores arraigados a la moralidad y ética del judaísmo.

Algo similar sucede al enseñar historia judía, el objetivo central no es únicamente que los alumnos adquieran habilidades históricas como el pensamiento cronológico, sino se espera que, a través del estudio de la historia, los alumnos adquieran una comprensión más profunda de su identidad judía, así como que se identifiquen como parte de esa misma historia.

Al enseñar Historia Judía, hay dos piedras angulares a considerar: la memoria y el compromiso con los demás. No sólo se trata de fomentar habilidades para recordar el pasado, sino que se estudia historia para desarrollar la reflexión en los alumnos y lograr que, a partir de la historia, se honre a quienes vivieron antes, y así generar un sentido de responsabilidad por el otro y por el futuro en común. La reflexión y el pensamiento crítico son dos habilidades centrales en Educación Judía.

También el hebreo puede entrar dentro de esta reflexión. Pues al enseñar hebreo no sólo se espera que los estudiantes adquieran una segunda lengua, se espera que a través del hebreo se les abra una ventana para encontrar o buscar la espiritualidad o su conexión con Israel. No se trata de generar habilidades de fluidez lingüística, más bien se debe intentar conectar al estudiante con la cultura judía a través del idioma ancestral del pueblo.

Sin importar la asignatura, es importante que cada una de ellas recupere los valores milenarios del pueblo judío. Por ejemplo, el judaísmo valora ampliamente el cuestionamiento y el diálogo, los sabios del Talmud nos enseñaron esto en gran medida, pues toda la metodología talmúdica se compone de preguntas, respuestas y un diálogo entre los diferentes sabios. Las actividades de aprendizaje dentro de las asignaturas de educación judía deben promover lo anterior, de esta forma, se podrá guiar a los estudiantes hacia una comprensión más afectiva de su fe, así como para que ellos mismos puedan encontrar su lugar en el mundo.

Ya hemos mencionado que ducación Judía trasciende las aulas, pero es importante que ésta se integre en todos los aspectos de la vida escolar, sólo así se logrará crear una sinergia entre lo que sucede en el aula y lo que ocurre fuera. Este enfoque integral fomenta no sólo la comprensión intelectual, sino también la conexión emocional y espiritual del alumno con el pueblo judío.

Los cuestionamientos y reflexiones aquí planteadas no son los únicos, la reflexión en torno a “de qué hablamos cuando hablamos de educación judía” es un campo que debe ser aunado mucho más.

Para cerrar, no podemos dejar de mencionar que en las escuelas judías, la educación judía es la piedra angular, no es un componente adicional, es el valor agregado que ofrece el colegio. Partiendo de lo anterior y de las reflexiones que se hicieron a lo largo de este escrito, este valor agregado va más allá de la adquisición de conocimiento o el desarrollo de habilidades. La educación judía debe ser una experiencia educativa que logre ofrecer a los alumnos una gama de posibilidades para conectarse con el judaísmo. La educación judía debe fomentar que el alumno encuentre diferentes vehículos de identificación con su judaísmo, para poder dignificarlo y así poder vivir bajo el paraguas de valores que fomenta el judaísmo.

A su vez, para concluir, no podemos dejar de valorar la singularidad de la educación judía, misma que radica en su amplitud. Es esta amplitud la que invita al docente de Educación Judía a tener la misión de generar diferentes habilidades en los alumnos, mismas que les permitan conectarse con su judaísmo.

Bibliografía

Scheffler, I. (S.F.). La educación judía: Tareas y perspectivas. Majshavot. Recuperado de: https://majshavot.org/includes/uploads/articulos/d2c5c-la-educacion-judia.pdf

Ivonne es estudiante de la Maestría Melton y maestra en colegio Maguen David de la Ciudad de México.