¡La escuela sigue en crisis!

ivonneA

¡La escuela sigue en crisis! Quizás sea una afirmación muy trivial, pero lleva en crisis más de cincuenta años.  Fue hasta la mitad del siglo XX, cuando el ámbito político y académico comenzó a hablar e investigar sobre la crisis de la escuela sustentada  en las promesas incumplidas por la educación. En 1968, Philip Coombs publicó un análisis llamado La crisis mundial de la educación, donde aseguró que la crisis de la escuela se debe a que esta no ha cumplido con sus promesas. Coombs aseguró que las promesas para los años setenta se podrían resumir en tres:

1) La crisis económica: Preparar a los alumnos para el mercado.

2) La crisis social: Formar ciudadanos éticos y responsables.

3) La crisis intelectual: Desarrollar el intelecto y un corpus de habilidades en el alumnado, que le sirvan para la vida.

            En la promesa económica, observamos que, en la realidad laboral se exige que los trabajadores y emprendedores sean autónomos, proactivos, flexibles y listos para cualquier tipo de adaptación. En cambio, en la escuela no sucede esto. Los alumnos están acostumbrados a llegar al salón de clases y esperar a que los docentes les digan qué van a aprender. Con esto, la curiosidad natural se reprime y, en ocasiones, se ve como distracción e interrupción o disrupción para la clase. En el mundo laboral, mantener una postura curiosa ha llevado a la innovación y al descubrimiento de múltiples beneficios para la humanidad. ¿Hasta qué punto estamos preparando a los alumnos para la vida laboral?

Por otra parte, la colaboración, habilidad muy valorada en el mundo laboral, es castigada en la escuela. Pues cada alumno debe entregar sus propios resultados, cada educando debe obtener resultados por sí mismo. Pensemos en que si se llega a compartir el conocimiento con los compañeros, puede considerarse plagio. ¿Realmente valoramos la colaboración? ¿Podríamos decir que la escuela y el mundo laboral están completamente desconectados? En efecto, la crisis económica por la que pasa la escuela no ha cesado.

Ahora, pasemos a la siguiente crisis: la social. Por un lado, pensemos en la forma en la que la vida social está estructurada hoy en día. Pensemos en Bauman y su sociedad líquida. Vivimos en una sociedad cambiante, donde todo se ha vuelto efímero y transitorio. Una sociedad en la que tenemos que estar listos para transformarnos y ser resilientes a los constantes cambios. Irónicamente, las instituciones que menos están abiertas al cambio son las escuelas. Pensemos en la cuestión de regresar a la escuela después de la pandemia de Covid 19, ¿hemos regresado a lo mismo?

Por otro lado, de acuerdo a Pierre Bordieu y Jean Paul Passeron, la educación sistémica sirve para la reproducción social de la clase dominante. De esta manera, se logra mantener el status quo, es así como se transmite el saber digno de ser enseñado. El agente que lo enseña, el maestro, se adjudica la capacidad de medir y juzgar si la apropiación se llevó a cabo de forma adecuada. Los educandos nunca se preguntan si lo que se les enseña es válido, se da por sentado que lo que no se transmite no es digno de enseñarse. Bordieu y Passeron hablan desde los años setenta, pero no están muy alejados de la realidad que se vive hoy. Sin embargo, hay un punto que vale la pena rescatar. En el siglo XX, las escuelas albergaban el contenido académico, hoy en día, el acceso a la información está al alcance de todos, pero ¿no seguimos con la misma estructura en la mayoría de las escuelas?

Otro pensador digno de rescatar para hablar de la crisis social de la escuela es Paulo Freire. Para él, la educación oprime, por lo que propone una educación popular. Un modelo en donde los educandos deciden qué y cómo aprender. En este contexto surgen espacios para el cuestionamiento y la crítica. La educación popular parte de una estructura grupal, en donde se asume que el conocimiento nos pertenece a todos. Un ejemplo llevado a la práctica son los bachilleratos populares en Argentina, que surgieron después de la crisis del 2001, en donde muchas fábricas se cerraron y los trabajadores decidieron crear comunidades de aprendizaje y aprender lo que necesitaban en ese momento para seguir trabajando.

Por último, la crisis intelectual o de aprendizaje. Pareciera que este punto es en donde más hemos avanzado. Pues anteriormente se creía que las escuelas decidieron que son el único espacio en donde el alumno aprende y que tienen en sus manos la única forma de aprender. A colación de este punto, Howard Gardner nos enseñó que las inteligencias son múltiples. Con esto, los docentes han comenzado a trabajar con la diferenciación en el aula, intentando crear experiencias de aprendizajes para todos los alumnos, logrando un aprendizaje significativo.

Hoy en día, podemos agregar otras promesas que brinda la escuela a padres y alumnos, cómo prepararlos para la toma de decisiones, para la gestión de información, así como para vivir en un mundo globalizado. Sin duda, esto aumenta aún más la crisis y exige a cada institución educativa estar a la vanguardia.

 

 

Referencias:

Bordieu, P. Passeron, J.C. (2009). Los herederos: los estudiantes y la cultura. 2da ed.  Editorial Siglo XXI.

Coombs, P. (1971). La crisis mundial de la educación. Península.

Freire, P. (1968). Pedagogía del oprimido. Editorial Siglo XXI.